LTI La lengua del Tercer Reich - Victor Klemperer

Capítulo XXV - LA ESTRELLA 

     Hoy vuelvo a preguntarme lo que he preguntado cientos de veces a las personas más diversas: ¿cuál fue el día más duro para los judíos en los doce años de infierno?

     Nunca he recibido de mí miso ni de otro una respuesta que no fuera la siguinete: el 19 de septiembre de 1941. A partir de ese momento era preceptivo el uso de la estrella judía, la estella de David de seis puntas, el trapo de color amarillo que hasta el día de hoy significa peste y cuarentena y que fue en la Edad Media el color distintivo de los judíos, el color de la envidia y de la bilis que pasa a la sangre, el color del mal que era preciso evitar; el trapo amarillo que llevaba la palabra "judío" impresa en negro, enmarcada por las líneas de los dos triángulos encajados el uno en el otro, formada por gruesas mayúsculas que, al estar aisladas y exagerar burdamente los trazos horizontales, pretendían ser letras hebreas.
    ¿Es demasiada larga la descripción? ¡Qué va, todo lo contrario! Simplemente carezco del arte necesario para una descripción más precisa y aguda. Cuando había que coser una estrella nueva en una prenda (o, más bien, una prenda vieja adquirida en los almacenes de ropa para judíos), una chaqueta o una bata de trabajo, cuantas veces me quedé contemplando detenidamente el trapo las diversas partes de ese tejido amarillo, las irregularidades del estampado negro ... Y todos esos detalles no habrían sido suficientes si hubiese deseado relacionar con cada uno de ellos las torturas vividas por causa de la estrella.
     - ¡Míralo, Horstl! ¡Este tiene la culpa de todo!...
    Un señor muy atildado, de barba blanca, cruza la calle, saluda con una profunda reverencia, me da la mano:
    - Usted no me conoce, pero he de decirle que condeno estos métodos ...
    Quiero subir al tranvía, solo puedo utilizar la plataforma de delante y solo cuando me dirijo a la fábrica y solo cuando esta se halla a una distancia superior a los seis kilómetros de mi vivienda y solo cuando la plataforma anterior está claramente separada del interior del vagón; quiero subir, es tarde, y si no me presento a tiempo en el trabajo, el capataz me puede denunciar a la Gestapo. Alguien me tironea desde atrás:
     - ¡Ve a pie, que es mucho más sano!
    Es un oficial de las SS, un hombre sonriente, en absoluto brutal, solamente se divierte un poco, como cuando se chincha a un perro ... Dice mi mujer:
    -Hace un tiempo tan bonito y hoy, excepcionalmente, no tengo que comprar nada, no he de hacer cola en ningún sitio ..., ¡te acompaño un rato!
    - ¡De ningún modo! ¿Quieres que presencie en la calle cómo te insultan por mi culpa? Además, ¿quién sabe a quién puedes resultar sospechosa? A alguien que no te conoce, por ejemplo, y luego cuando lleves mis manuscritos, ¡te darás de manos a boca con él!...
    Un embalador que me conoce por dos traslados y me tiene simpatía - buena gente, huele mucho a KPD (Partido Comunista Alemán) -, se planta de pronto ante mí en la Freiberger Strasse, me coge la mano con ambas zarpas y susurra a voz en grito, para que se oiga al otro lado de la calzada:
    - Venga, señor profesor, ¡arriba esos ánimos! ¡Que falta poco para que se hundan esos tíos malditos!
    Pretende ser un consuelo y es, en efecto, reconfortante; pero si la persona indicada lo oye en la otra acera, le costará la cárcel a mi consolador y a mí, vía Auschwitz, la vida... Un automóvil que pasa a mi lado frena de golpe en la calle vacía, un desconocido asoma la cabeza por la ventanilla:
    - ¿Aún sigues vivo, cerdo maldito? Deberían atropellarte hasta matarte, pasar por encima de tu barriga...
    No, todos los detalles de la tela no alcanzan para apuntar todas las amarguras de la estrella judía.
   (...)
    Cuando se introdujo la estrella judía, ya no importaba si las "casas de los judíos" estaban dispersas o si constituían un barrio aparte, pues cada judío portador de la estrella llevaba consigo su gueto como un caracol su concha. Además, daba igual si en la casa solo vivían judíos o si también la habitaban arios, ya que la estrella debía estar pegada en la puerta encima del nombre. Si la mujer del judío era aria, ella debía poner su nombre separado de la estrella y añadir la palabra "ario".
    Pronto aparecieron en algunos portales otros papelitos, esspeluznantes como la Medusa: "Aquí vivía el judío Weil" Entonces, la cartera sabía que ya no debía averiguar su nueva dirección; y el remitente recibía su carta, que le era devuelta con el siguiente eufemismo: "Destinatario emigrado". Así pues, la palabra "emigrado", con este cruel significado especial, pertenece en toda regla al diccionario de la LTI, al apartado correspondiente a los judíos.
    Este apartado es rico en expresiones y fórmulas oficiales, que todos los afectados conocían hasta la saciedad y que siempre aparecían en sus conversaciones. Empezaba, claro está, por "no ario" y "arianizar", luego estaban las "leyes de Nuremberg para el mantenimiento de la pureza de la sangre alemana" así como los "judíos plenos" y los "medio judíos", los "mestizos de primer grado" y de diversos otros grados y los "descendientes de judíos". Y sobre todo estaban los "privilegiados".